Al inicio de 2021, cuando la pandemia SARS-COVID19 cumplió un año de circulación, informes internacionales y nacionales denunciaron que las desigualdades aumentaron, no solo entre países sino también dentro de cada país. Sin embargo, existe un consenso al señalar que la carga social y económica de la enfermedad fue, y es, soportada principalmente por las mujeres, confinada al hogar.
El aumento del desempleo, los recortes salariales y la imposibilidad de conciliar el teletrabajo con la vida doméstica se registraron, sobre todo, entre las mujeres jóvenes y las madres. Además de estos datos, aumentaron los informes de violencia doméstica contra mujeres, niños y ancianos. La pandemia aparece, así, como un fenómeno que ha hecho retroceder, durante al menos una década, los logros de las mujeres, sus garantías y libertades civiles.
A esta realidad se suman las violaciones a la libertad y la orientación sexual, con innumerables países aprovechando las restricciones impuestas por la pandemia, para volver a crear obstáculos a la interrupción voluntaria del embarazo y extender las restricciones a los derechos LGBT, restringiendo derechos y libertades y aumentando violencia contra estos grupos, como está sucediendo en Polonia y Hungría. En otro sentido, se observa que la pandemia destaco, en muchos países, mujeres que desempeñan roles políticos y científicos singulares, como Jacinda Ardern, presidenta de Nueva Zelanda.